La iniciativa cae en pleno debate sobre las estrategias energéticas del país, en fase de revisión luego de la crisis de Fukushima, marcada por el impulso de fuentes renovables.

Después de la peor emergencia nuclear desde Chernobyl, gran parte de los reactores nipones fueron cerrados para controles periódicos y no reiniciados por temor de la población residente, empujando a regresar a los combustibles fósiles para cubrir la caida de la producción de energía.

El jefe gabinete, Osamu Fujimura, dijo que los detalles están todavía en estudio, pero la previsión es “tener activas las plantas” por 40 años, como sugirió el ministro de Emergencia Nuclear, Goshi Hosono.

Se permitirá a los operadores una extensión de hasta 20 años más, en línea con los estándares de Estados Unidos y previa aprobación satisfactoria de “rígidas” condiciones de seguridad.

“El número de reactores se reducirá en el tiempo, asi como la dependencia de Japón del átomo con uso civil”, aseguró Fujimura.

Con la actual disciplina, los administradores de las estructuras pueden requerir una prolongación de la actividad después de 30 años, habitualmente concedido por otra década.

Los seis reactores de la central de Fukushima estaban entre los más viejos, de 1971 a 1979.

Dentro de la reforma existen obligaciones para los administradores de preparar planes de emergencia en casos de accidentes graves y hacer público periódicamente el estado de las medidas de seguridad.