Los ochenta fueron mágicos, no solo porque nos dejó buen cine, buena música, sucesos históricos trascendentales y no digamos los avances tecnológicos. Uno de esos productos que nos dejaron con la boca abierta fueron los Walkie Talkie. 

¡Esto sí que era comunicación inalámbrica y no los móviles de última generación! Claro, que la separación entre ambos cacharros para que funcionaran no podía ser mayor de 6 metros. Pero, ¿y lo bien que lo pasábamos jugando a espías? 


Cuando nos cansábamos de intentar una conversación infructuosa, al menos nos servían para escuchar a los radio aficionados: siempre me viene a la mente una expresión que mencionaban con cierta frecuencia "Breico Breico"...

Mas adelante, a finales de los ochenta era sencillo escuchar algunas conversaciones en ciertos canales de la desaparecida Policía Nacional y cuando surgieron los teléfonos inalámbricos, a veces, estas llamadas eran interceptadas por estos walkie talkies y terminaba uno enterándose del chisme vecinal.


Otro juguete que nos enamoró en aquella época, los ochenta fueron las caras de carton o plástico, las famosas mascaras. Las había de todo tipo: payasos, indios, piratas... Su mecanismo era sencillo y como forma de sujeción solo tenían una goma que iba unía ambos extremos y que había que anudar cada dos por tres. Aunque su duración era efímera, bastaban para pasar gratas tardes de entretenimiento.

El mejor lugar que tenía mas variedad era la famosa juguetería, en el centro de la ciudad y en el centro comercial Montufar.