La década de los 90 quedará para siempre en la memoria colectiva como aquella en la que tecnología aterrizo en nuestras vidas para cambiarlas por completo.

Aunque llamábamos al timbre cuando íbamos a casa de algún conocido porque no podíamos mandarle un mensaje de WhatsApp, ya había quien empezaba a fardar de teléfono móvil.

Sin darnos cuenta, caímos en las famosas llamadas perdidas o toques, que nos permitían ahorrar; aprendimos lo que eran los SMS, sustituimos la máquina de escribir por el ordenador y comenzamos a oír hablar de algo llamado internet.

Sin embargo, muchas de las novedades tecnológicas que caían en nuestras manos resultaban no ser tan eficaces y perfectas como habíamos imaginado.

Algunos de los innovadores cacharros que llegaron en los años 90, aunque nos facilitaban la vida, también acababan incordiando hasta límites insospechados. Ahora nadie los echa de menos. ¿Acaso alguien recuerda con aprecio los televisores sin mando a distancia?



Los ruidosos primeros módems.

Cómo olvidar aquella tediosa melodía de los módems de 56k. Todos larecordamos, pero nadie lo hace con cariño. Ahora los routers que tenemos encasa son mucho más silenciosos, no arman el estruendo de aquel dichoso aparatoque hizo llegar internet a nuestras casas a costa de perder la paciencia con su desagradable sonido.


Los enormes monitores de sobremesa.

Acostumbrados a pantallas planas, ligeras y fáciles de trasladar, habría que estar muy chiflado para recordar con nostalgia aquellos monitores. A diferencia de los actuales portátiles, que caben en cualquier mesa o se pueden colocar sobre las rodillas, aquellos armatostes necesitaban su propio mueble, con buen fondo. Eso sí, jamás podremos olvidar la placentera sensación que nos produjo desterrar los tachones para corregir las erratas. La máquina de escribir sería más pequeña, pero el más mínimo error mandaba varias horas de trabajo a la basura.



Los disquetes que se rompían con mirarlos.


En la historia de la tecnología, pocas cosas han sido tan sumamente frágiles como aquellos primeros dispositivos de almacenamiento. Aunque no hubo de pasar mucho tiempo para que fueran sustituidos por los CD y más tarde por los pendrives, tuvimos la oportunidad de romper varias decenas de ellos por cabeza.

Además, si tuvieran que enfrentarse al tamaño de los contenidos con los que trabajamos a día de hoy, no habría espacio en ninguna casa para almacenar tantos disquetes. Sería imposible. Son muchas las razones por las que resulta imposible echar de menos a estos cacharros.



Las cámaras de usar y tirar.


“¡Foto!”. “¡Foto!”. “¿Nos hacemos una foto aquí?”. La banda sonora de nuestros viajes no ha cambiado demasiado con el tiempo. Lo que ocurre es que ahora ese estribillo, con nuestros smartphones y sus flamantes cámaras de fotos, se repite día tras día. 

Antes podíamos hacer muchas fotos, pero en acontecimientos realmente importantes como viajes o fiestas familiares. Para ello, podíamos comprar cámaras de usar y tirar si, por ejemplo, el carrete de nuestra cámara se había acabado. Ahora es mucho más sencillo y, además, no tenemos que revelar las fotos.



Los casetes y su correspondiente bolígrafo.

No tener que cargar con un armatoste para escuchar música y poder viajar en el autobús, en el tren o en el coche escuchando nuestras canciones preferidas, sin duda, fue un adelanto. De ahí que los casetes, pese a ser un invento de los años 60, conocieran un enorme despunte en la década de los 90 gracias al Walkman.

Eso sí, debíamos ir siempre armados con un bolígrafo para rebobinar y era casi imposible saltarse las peores canciones, repetir en bucle el tema deseado o combinar artistas libremente como hacemos ahora. Una auténtica lata.