Hay muchas cosas que marcaron nuestra época de infancia y adolescencia, sobre todo en el colegio, escuela o instituto. Por ejemplo los plumones carioca, las temperas, las láminas informativas y dentro de esta conjunto de útiles escolares encontramos el diccionario Iter Sopena.
Recientemente me tope con esta sorpresa.
Lo encontré rebuscando en unas cajas que quedaron en la casa donde crecí. Sus hojas se han tornado amarillas por el paso del tiempo y presenta ese olor característico de los libros antiguos, como si fuera mucho más viejo de lo que en realidad es.
El Iter Sopena, con su particular forma cuadrada. Este fue mi primer diccionario. Como también lo fue de miles de niños que cursaron la primaria en los años ochenta. Con él aprendimos a ordenar las palabras alfabéticamente. Entonces la che y la elle todavía tenían un apartado individual para ellas. ¡Qué injusta fue la Real Academia de la Lengua privándolas de el!
Pero lo mejor sin duda eran sus páginas ilustradas: las partes de un avión, El Universo, el esqueleto humano, el reino animal... y ¡las banderas! Lo mejor de lo mejor. Vaya ratos que pasábamos jugando a adivinar el país al que pertenecían...